En Ecuador, las organizaciones enfrentan una demanda clara: adaptarse a las nuevas expectativas sociales. La sociedad exige un enfoque empresarial renovado, pero este cambio choca con el miedo de alterar el status quo corporativo.
Imagina que la Junta Directiva ordena desarrollar una nueva línea de negocio. Enfrentamos desafíos similares a los de una startup: entender al cliente, identificar sus necesidades y diseñar estrategias efectivas. Contamos con los recursos de la corporación, lo que en teoría nos da ventaja. Sin embargo, a diferencia de las startups, nos enfrentamos a una batalla en dos frentes: conquistar el mercado y navegar por los complejos sistemas corporativos que, con sus reglas y procesos, a menudo ralentizan la innovación.
Cuando la estrategia corporativa no se alinea con las demandas del mercado, y los procesos no reflejan la realidad, el resultado es una zona de confort peligrosa. Este estancamiento puede frenar la evolución de cualquier organización. Aquí es donde entra la «desobediencia corporativa», una práctica necesaria pero inteligente.
Aquellos que desafían las normas establecidas a menudo son etiquetados como disruptivos o conflictivos. Este temor a las repercusiones—ya sea al rendimiento, a la reputación, o incluso al empleo—frecuentemente nos detiene. El miedo al despido o a ser señalados nos obliga a seguir el camino establecido, incluso cuando sabemos que no es el correcto.
Oscar Wilde dijo: «La desobediencia es la virtud original del hombre. El progreso ha llegado por la desobediencia y la rebelión.» Nuestras organizaciones necesitan personas que cuestionen lo establecido y construyan una nueva realidad. Practicar la desobediencia corporativa no significa boicotear la organización; se trata de desafiar el status quo para generar valor.
En lugar de conformarse, las empresas deben empoderar a sus colaboradores para que sean rebeldes constructivos, capaces de cuestionar y mejorar. Innovar no es solo pensar de manera diferente, sino actuar de manera diferente para obtener mejores resultados. La desobediencia, en su forma más constructiva, es una herramienta crucial para la innovación.
En el mundo de los negocios, romper las reglas sigue siendo un tema polémico. Aunque el empoderamiento de los empleados es fundamental, la pregunta clave es: ¿cuántos desobedientes corporativos está dispuesta a aceptar tu organización? Antes de responder «ninguno», reflexiona: ¿Cuántos empresarios exitosos han alcanzado la cima sin romper alguna regla?
Las reglas no son intrínsecamente malas; muchas veces son útiles y necesarias. Pero como gerentes, nuestro trabajo no es prevenir que se rompan, sino asegurarnos de que, cuando lo hagan, se tomen decisiones correctas y responsables.